Los bailes lentos

 

   Estábamos hace unas semanas en una reunión con amigos -menos de diez, por supuesto, con las distancias de seguridad y mascarillas-, en un ambiente relajado y distendido como hacía tiempo que no disfrutaba. No recordaba que uno de ellos tocaba la guitarra, por lo que cuando la sacó y nos sorprendió a todos interpretando uno de esos temas de siempre que nos transportan a nuestra juventud, me pareció de verdad estar soñando. Qué maravilla!!

   Son ese tipo de momentos en los que surgen esas confesiones improvisadas y espontáneas que te permiten compartir sentimientos muy personales… tanto es así, que de pronto, uno de los chicos revelaba para sorpresa de todos los demás, que la afición de su novia por Luis Miguel cuando se conocieron era tal, que siempre que recuerda sus primeros encuentros amorosos, le vienen a la mente los boleros del cantante mexicano.

   Como podréis imaginar, la sorpresa de todos ante una confesión tan íntima fue mayúscula y vino seguida de las consiguientes carcajadas cómplices, por la cara de estupefacción de la otra protagonista.

   Toda esta curiosa situación nos llevó a rememorar la época de los bailes lentos. ¿Os acordáis? Podía ser el mejor momento de la velada, pero también el peor… Qué nervios cuando se escuchaban los primeros compases del ‘Stay’ o el ‘How Deep is your love?’ de los Bee Gees https://youtu.be/XpqqjU7u5Yc Os recomiendo que la pongáis de fondo mientras leéis el post… yo la estoy escuchando mientras escribo y es deliciosa.

   ¿Se acercará? ¿Me mirará? Y cuando por fin te decían ‘¿bailas?’, más nervios todavía, por si se acercaba mucho, por dónde poner las manos, por no saber qué decir, por notar que su mano se deslizaba más abajo de la espalda…

   Fue una época maravillosa que nos hizo descubrir nuestros primeros sentimientos y esos primeros amores que han formado parte de nuestros recuerdos toda la vida.

   Cuando comparo esta etapa que viví con la que actualmente están teniendo mis hijos, es cuando más me doy cuenta de cómo ha cambiado la sociedad. Y no precisamente a mejor en este aspecto. La libertad de la que hoy disfrutan los jóvenes les hace adelantarse a los capítulos que les tiene escritos especialmente para ellos la vida y es posible que por ese motivo, no sean tan conscientes de cada minuto o cada segundo que comparten con sus amigos o primeros amores… quieren terminar el capítulo y ‘leer’ el siguiente.

   Y eso sin mencionar las letras que nos ha traído el reguetón, en las que no se deja nada a la imaginación, todo es explícito, literal, brusco, muchas veces obsceno y hasta salvaje. En la mayoría de esas letras, la mujer es tratada como un objeto, como un premio o un adorno en la vida de otro y creo que no contribuyen en absoluto a eso que la mayoría de nosotras llevamos mucho tiempo defendiendo: nuestra libertad e igualdad, personal y profesional.

   Quizá son los ritmos sinuosos los que hacen que este tipo de música haya triunfado entre nuestros jóvenes, pero me hubiera encantado que hubieran vivido nuestros bailes lentos, y los torrentes de sensaciones que en apenas media hora, invadían nuestras cabecitas, para dejarnos soñando para varios días…

   Eso sí, y hablo por mi experiencia, porque no me atrevería a hacerlo de otro modo. En mi familia somos muy dados a cantar cuando vamos en el coche, especialmente en los viajes largos. He conseguido que al menos durante algún rato del trayecto, en lugar de ir escuchando cada uno su propia música con los auriculares, compartamos música para todos, eligiendo las canciones preferidas de cada uno por turnos. Así, he descubierto algunos temas de reguetón que no me desagradan tanto como otros -de mis últimos descubrimientos, os recomiendo Hawai de Maluma, que ha dedicado su último disco a ciudades del mundo https://www.youtube.com/watch?v=pK060iUFWXg -, y a cambio, ellos escuchan y se han aprendido muchas de mis canciones preferidas de mi querido Manuel Carrasco, Vanessa Martín, Pablo Alborán o Alejandro Sanz, sólo por mencionar algunos.

   En fin amigas, hoy estaba nostálgica y me he trasladado a esas tardes de viernes o sábado en las que íbamos a la discoteca hasta las 10 de la noche, y que se pasaban volando entre risas. Y nos abrazábamos y besábamos. Y era normal.

   Un abrazo!

 

 

 

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