Julieta: una historia de superación

   Queridas amigas,

   Tenemos la suerte de poder compartir hoy con vosotras una de esas historias que nos hacen pensar y recapacitar sobre nuestra vida, gracias a la generosidad de su protagonista: Julieta. Y su objetivo no es otro que orientar y ayudar a otras personas que hayan pasado por su misma situación, enseñándoles que una actitud positiva ante la adversidad es capaz de alcanzar las metas más altas que cada uno se proponga.

   Cuando nos despertamos cada mañana, la mayoría de nosotros no es consciente de la nueva oportunidad que le ofrece la vida para disfrutar de otro día más. Sólo aquellos que pasan por momentos difíciles, complicados o muy traumáticos, aprenden a valorar ese regalo que se nos concede a diario.

   Aquella tarde del 8 de diciembre de 2002, y con tan sólo 34 años, Julieta se encontraba en su casa junto a su pequeño de 5 años. Comenzó a sentir un fuerte dolor de cabeza y a perder la consciencia… sin previo aviso, de repente, porque hasta ese momento la única anomalía que había sentido era un poco de vértigo, que le diagnosticaron como ‘laberintitis’.

   Aunque ella todavía no lo sabía, estaba sufriendo un ictus hemorrágico o derrame cerebral, una de las patologías más graves que se pueden tener. A partir de ahí, el factor suerte comienza a entrar en juego, y Julieta sabe que ella la tuvo.

   Porque su pequeño estaba a punto de convertirse en el héroe de esta historia, ya que fue capaz -a pesar de su corta edad- de avisar a su padre, que se encontraba en otra estancia de la casa, quien inmediatamente llamó a emergencias y consiguió que una ambulancia del SAMUR la trasladara rápidamente al hospital. Su capacidad de reacción, a pesar de lo tremendo y doloroso de la situación, fueron cruciales en ese instante.

   Durante el traslado, su diagnóstico iba empeorando por momentos, hasta el punto de que a su llegada al centro se encontraba inconsciente y había perdido la movilidad de las extremidades izquierdas. Lo que sucedió en aquella ambulancia creo que aunque queramos no somos capaces de imaginarlo… incluso sobre la marcha se decidió a qué hospital acudir que la pudiera tratar con los mejores medios para ese tipo de casos.

   Y cuando llegaron por fin al hospital, allí la esperaba su ángel de la guarda, una MIR que ese día -además de celebrar su Santo, porque se llamaba Inmaculada-, decidió que merecía la pena intentarlo todo. Tras un TAC craneal urgente que mostraba un hematoma frontoparietal derecho con expansividad y apertura a sistema ventricular con ocupación completa del IV ventrículo, se intervino quirúrgicamente de urgencia practicándose craneotomía frontal derecha y evacuación del hematoma, colocándose un drenaje ventricular externo. He querido utilizar este lenguaje técnico porque eso fue exactamente lo que realizó la MIR de guardia, pero que en palabras sencillas, aún a riesgo de ser demasiado ruda, se traduce en abrir el cráneo y aspirar completamente la hemorragia que Julieta había sufrido.

   Parece increíble que algo así pueda llevarse a cabo por alguien capaz de mantener la serenidad necesaria en medio de una situación tan caótica y terminal.

   Cuando despertó, nuestra protagonista no sabía qué había pasado. Había transcurrido un largo periodo de tiempo desde su ingreso, durante el que permaneció en coma y que para ella no había existido. Ahora ha conseguido ‘rellenar’ lo que ocurrió ese tiempo con todo lo que su familia le ha contado.

   Como os imaginaréis, las secuelas fueron muchas y muy importantes: pérdida de visión en un ojo, epilepsia y una silla de ruedas como compañera, por la falta de movilidad. Su vida había cambiado de la noche a la mañana, pero tocaba organizarse. Para sobrellevar mejor la situación, optaron por su traslado temporal a casa de sus padres, ya que era inviable que pudiera encargarse de su hijo pequeño.

   Pero lejos de aceptar esta situación como permanente y con el apoyo de los suyos, podemos contaros que Julieta ha superado la mayor parte de sus carencias, y que desde hace varios años, ha vuelto a caminar, hasta el punto de que actualmente corre a diario 8 km.

   La vida de Julieta hoy es feliz. Pero no todas las veces se consigue superar una situación como esta. El mensaje que queremos trasmitiros es que en estos casos, la rapidez de reacción es fundamental, actuar cuanto antes, avisar a emergencias… y, además de contar con la ayuda de los ángeles de la guarda que se encargan de hacer el trabajo más duro en los hospitales, asumir una actitud positiva y luchadora que nos permita sobrevivir.

   La constancia y la fuerza de voluntad son imprescindibles para salir adelante, aunque por supuesto hay que contar con la ayuda del entorno más próximo para lograr el éxito. Pero sobre todo, para este tipo de casos queremos dejar patente que la rehabilitación es primordial. Aunque el camino es lento, cada día se consigue mejorar un poquito y cuando te quieres dar cuenta, has andado un largo trecho.

   Porque lo importante en esta vida, no es lo que nos pasa, sino cómo lo superamos.

   Terminamos esta precisa historia con las palabras de agradecimiento que la propia Julieta nos ha hecho llegar:

   ‘Le debo la vida a mi hijo, a mi marido -que a fecha de hoy sigue sin poder hablar abiertamente de aquello aunque han pasado casi 20 años-, a mi hermana mayor a la que si llamo corre a buscarme esté donde esté en cualquier parte del mundo -llegó a ‘abandonar’ a su propia familia temporalmente para cuidarme a mi-, y a esos pocos amigos que supieron estar ahí cuando más los necesitábamos. Y por supuesto a mis padres, que me atendieron y mimaron cada día, pendientes de cada una de mis necesidades antes de que las expresara en alto,  ayudándome a sentir mejor’.

   Esperamos que os haya gustado y que toméis buena nota de todo lo que nos ha contado Julieta por si alguna vez tenéis cerca un caso similar.

   Gracias por estar ahí, amigas!

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