¡Por fin llega la libertad!
Pero a la vez que tengo unas ganas enormes de poder salir -en mi caso de Madrid-, también se incrementan las dudas sobre los riesgos que vamos a correr de abrir la ‘caja de Pandora’ y que la situación sanitaria vuelva a empeorar. No quiero ni pensar en ir para atrás, no sé si me resignaría a volver a estar confinada, sobre todo si el nuevo encierro coincide con la época de más calor.
Lo que hemos visto en estos últimos meses es que somos muchos, la mayoría, los que respetamos las normas y las indicaciones que nos dan las autoridades, y otros pocos hacen lo que les da la gana. La verdad es que me indigna bastante, porque parece que piensan que los demás somos tontos y no nos apetece hacer lo que hasta hace tres meses era nuestra vida normal.
Y también he visto que algunas personas han adquirido unos temores que no sé si lograrán quitárselos, no solo en gente mayor, lo he comprobado en mi entorno cercano, en alguna amiga Cincuentañera. Porque yo estoy comprometida con protegerme y proteger a mi entorno, pero lo que no voy a hacer es renunciar a toda mi vida social, o convertir mi día a día en una auténtica pesadilla. No sé vosotras, pero yo, gracias a que no tengo en casa convivientes de edad avanzada, no he seguido al pié de la letra algunos consejos sobre la desinfección de cada producto que compraba en el supermercado. Ni siquiera he utilizado excesivamente el gel hidroalcohólico. Me he limitado a mantener la higiene de siempre, y a lavarme un poco más a menudo las manos, pero es que muchas cosas de las que nos dicen que debemos hacer ahora, las debíamos hacer antes, por ejemplo, estornudar sobre el codo, o mantener cierta distancia social… me hace gracia, porque cuando era joven yo pedía ‘espacio vital’. Excepto en los saludos, que es lo que peor llevo, no poder abrazar y besar a la gente que quieres. No sé en qué fase podremos volver a hacer eso, pero es lo que ahora hecho más de menos.
Eso sí, entiendo que los jóvenes estén tentados de saltarse esa norma. ¿Os imagináis si con 18 años os hubieran dicho que no podíais abrazar a vuestras amigas o amigos? ¿Y lo de enrollarse? Tengo dos hijos adolescentes y cada día me sorprende más la fantástica actitud que han tenido y tienen ante esta realidad que nos ha tocado vivir.
Entre las familias de los grupos de amigos estamos facilitando en la medida de lo posible que se reúnan en las casas, para ‘vigilar’ que cumplen las dichosas normas, pero creo que en la mayoría de los casos, tenemos que felicitarles por su colaboración y su comportamiento. Y os animo que sigáis atentas y si tenéis chavales o chavales de esa edad a vuestro alrededor, les deis las pautas para que entre todos consigamos salir de esto, no sé si reforzados, pero al menos, juntos y sanos.
¿Qué es lo primero que queréis hacer con la apertura de fronteras entre provincias? Yo lo tengo clarísimo. Necesito el mar. En cuanto pueda, mi primera escapada será a alguna playa de la costa valenciana para nadar en sus cálidas aguas… Y espero que nadie se moleste porque una madrileña quiere disfrutar de ese privilegio que otros tienen más cerca.
Seguramente las que vivís en lugares de costa no entendéis el sentimiento que tenemos las de ‘interior’, pero el mar es mucho más que una cantidad inmensa de agua salada… su olor, su sonido, los recuerdos que vienen a la memoria, la nostalgia de los viajes pasados, de los seres queridos con los que compartimos fantásticos momentos, los diferentes lugares del planeta donde nos bañamos en aguas similares…
Es otro de mis miedos, eso que se está comentando ahora en los medios de comunicación sobre la ‘madrileñofobia’. La verdad es que me ofendería mucho que eso sucediera, porque somos muy pocos los auténticos madrileños los que vivimos en Madrid, entendiendo por auténticos a los ‘gatos y gatas’, los que somos descendientes de madrileños, con abuelos, bisabuelos y hasta tatarabuelos de Madrid. Un orgullo.
Pero es de ley reconocer que Madrid acoge a todo el mundo con los brazos abiertos. Sin preguntarles de dónde vienen, aceptando sus acentos, encantados de enseñarles nuestros rincones favoritos, nuestras tradiciones, los lugares secretos, el Madrid de cada uno… aún reconociendo que seguro que hay sitios que desconozco a pesar de ser de aquí.
Confío en que este verano seamos igual de bienvenidos allá donde nos lleven nuestras ansiadas vacaciones.
Y hablando de orgullo, precisamente esta semana se estaría celebrando otra de las fiestas más emblemáticas de la capital: el orgullo gay, ejemplo de apertura al mundo y de estar a la vanguardia en la defensa de los derechos de todos. Espero que el año que viene podamos celebrar esta y todas las fiestas que han quedado pendientes o aplazadas, y que los políticos se pongan de acuerdo en aceptar que tenemos derecho a ellas y no se escuden en sus ideologías para tratar de evitar que acudamos a ellas.
Supongo que esta ha sido una de las razones que han llevado a mi querido Pablo Alborán a ‘salir del armario’. Como él mismo decía, no pasa nada, cada cual elige con quién quiere compartir su vida y yo voy a seguir siendo su fan y escuchando con deleite sus canciones, que sé que nacen en su corazón, y su corazón, me encanta.
Ahora que me falta mi madre, he encontrado un nuevo sentido a su canción ‘Perdóname’. Os propongo escucharla desde ese punto de vista, aunque probablemente os pase como a mí, y se os desborde el corazón con la emoción…
Pero es bueno. Al menos, eso pienso yo.
Hasta la próxima semana!
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