¿Cómo hemos cambiado?
Seguro que muchas de vosotras recordáis la canción de Presuntos Implicados con este título… a mí me sigue entusiasmando y adoro a Sole. Pero ahora sí que es aplicable a nuestra actual situación.
Yo he decidido pensar en positivo y no dejarme arrastrar por la negatividad que se siente en el ambiente, sobre todo cuando escuchas o lees cualquier informativo y te cuentan lo que nos espera. De hecho, a nivel profesional he aprovechado este tiempo para reinventarme y para poner en marcha un nuevo proyecto en el que voy a volcar toda mi energía e ilusión. Porque de eso depende cómo vamos a salir de este trance y cómo escribiremos los próximos capítulos de nuestra historia personal. La de cada una de nosotras y por tanto de la sociedad en la que vivimos.
Me niego a pensar que a partir de ahora viviremos con miedo. No podemos ver a los demás como posibles contagiadores de un virus que ha llegado para cambiar nuestra realidad y para hacerla mala, incómoda, distinta, odiosa… Hay que ser responsables, por supuesto, pero yo quiero volver a abrazar a los míos, no sólo a mis convivientes, a mis amig@s y a mi familia. ¿Es mucho pedir?
Qué cantidad de nuevas palabras manejamos: nueva normalidad, desescalada, gel hidroalcohólico, hidroxicloroquina, mascarillas FPP2… ¡qué horror! Con lo felices que éramos y no lo sabíamos.
Pero lo que es obvio es que estos meses de confinamiento –otra palabra que antes no utilizábamos tan a menudo-, nos han cambiado mucho. Han cambiado nuestra forma de comunicarnos con los nuestros, con las videoconferencias o videollamadas –¡bendito Whatsapp!-, la forma de trabajar, el ritmo de vida, los horarios, el contenido de la cesta de la compra…
Y también el precio. Últimamente he notado que muchos productos básicos son ahora más caros, y la verdad es que no entiendo el por qué. ¿Lo habéis notado vosotras? Mi compra semanal se ha encarecido al menos un 20% y no es que comamos más en casa ni productos más ‘gourmet’… me temo que la mayoría de los productos han subido de precio, porque en todas las crisis, siempre, hay alguien que sale beneficiado. Y han subido con esta situación, pero lo que es seguro es que cuando se vaya aliviando todo y vayamos pasando de fase, esos productos no van a bajar de precio a la misma velocidad que lo hicieron para subir.
Lo que sí ha bajado es el precio de la gasolina y del diesel. ¡Qué maravilla! Ahora llenas el depósito como si volviéramos a principios del 2000, cuando el litro no superaba el euro… Qué tiempos, y eso que salimos perdiendo con el cambio de moneda.
Pero conducimos peor. ¿Lo habéis notado? Sobre todo los primeros días que nos permitieron empezar a movernos un poco más, creo que la gente estaba muy despistada. Es cierto que la mayoría iban más lento de lo que permiten las normas de circulación, pero en general, conducimos peor. Espero que eso lo vayamos mejorando poco a poco, porque no cabe duda de que muchos hemos estado más tiempo sin conducir que en toda nuestra vida adulta…
Cuando salgo a comprar o a pasear, también me canso más que antes. Es normal, no me he movido tanto en estos meses, a pesar del ejercicio físico diario que me impuse… os sugerí un vídeo de una monitora en YouTube que me ha ayudado a no estar anquilosada, menos mal, pero aún así, salir al aire libre y moverse normalmente, es diferente, mucho mejor y lo echaba tanto de menos… Eso sí volverá pronto a normalizarse, o eso espero.
Y hasta hablamos peor. He notado que mi voz se había modificado, sonaba más ronca, con menos volumen… eso es por no ejercitarla. Pero os aseguro que ya me he puesto manos a la obra para cambiar la situación y después de unas semanas de actividad, ya estoy recuperando mi nivel de decibelios habitual, para desgracia de mis convivientes…
En resumen, el ritmo de nuestras neuronas ha estado aletargado y en cuarentena al mismo nivel que nuestros propios cuerpos, y por eso tenemos que proponernos reactivarnos al máximo y recuperar el tiempo perdido. Hay que salir, compartir nuestro tiempo con amig@s, volver a los cines y a los teatros, ir a la playa o a la piscina… eso sí, cuando nos dejen y cumpliendo las normas.
Dichosas normas. Se han instalado de tal forma en nuestra rutina diaria que ahora pedimos permiso por cosas que antes nos hubiera dado risa. Bueno, pedimos permiso los que respetamos esas normas, porque también están los que se las saltan a la torera de forma permanente y nos ponen en peligro a los demás, por su falta de conciencia de las consecuencias que podría tener el ir para atrás.
No sé, amigas. Necesito recuperar mi vida y tener la oportunidad de disfrutar y valorar lo que antes consideraba normal. Os aseguro que ahora lo aprovecharía el doble.
Hemos cambiado, está claro, esperemos que sea para mejor.
Un abrazo!
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