Balance de un confinamiento: ¿volverá la alegría?



   Os contaba la semana pasada que en este blog voy a tratar temas importantes para nosotras, con el fin de dar voz a las ‘mujeres maduras aunque sobradamente preparadas’ que cada una a nuestra manera somos. ¿Os acordáis de los JASP –jóvenes aunque sobradamente preparados-? Me encantó esa campaña de publicidad.
   Pero también me voy a permitir abriros mi corazón y contaros experiencias o sentimientos que llegan a mi cabeza y que espero que os sugieran algo también a vosotras.
Hace ya dos meses que nos encerraron en nuestras casas… más de 60 días, que se dice pronto. En este tiempo he observado algunas cosas, como que mi pareja se aburre soberanamente sin fútbol, que mis hijos se han adaptado mucho mejor de lo que yo esperaba a no salir apenas a la calle -excepto a hacer ejercicio en la franja horaria que se lo permiten-, y que me llevo mejor conmigo misma de lo que me imaginaba. La verdad es que me entretengo en mil y una tareas, las de siempre y otras nuevas a las que he comenzado a aficionarme, como la repostería… ¡dichosa y vendita repostería!
   Algunos días son muy largos, otros en cambio, pasan volando. Todavía no sé por qué.
   Pero lo que sí he comprobado es que además de la libertad de movimientos, lo que nos falta a todos es la alegría. Desde luego las noticias que podemos leer o escuchar a todas horas, no ayudan al optimismo, pero cuando más lo noto es cuando bajo a dar mi paseo diario o a hacer la compra. La gente anda con la cabeza agachada, no nos miramos a los ojos. Con las mascarillas, ni siquiera conoces muchas veces a tus propios vecinos…
   Es un poco lo que ocurrió después del terrible atentado de Madrid, e incluso en 2008, tras la tremenda crisis económica que a algunos nos afectó especialmente. Parece que nos dé pudor sonreir, que no nos lo merecemos. Si hemos tenido la desgracia de sufrir la pérdida de un ser querido en nuestro entorno, esa falta de alegría está motivada, pero también nos falta a los que no la hemos sufrido, porque de una u otra forma empatizamos con el dolor que se siente a nuestro alrededor.
   Se habla de la ‘nueva realidad’ pero a mí lo que me gustaría es volver a la normalidad de siempre, a la de antes, esa que no valorábamos porque la disfrutábamos a diario… y quiero alegría en mi vida. Y esperanza. Y confianza en que todo va a pasar.
   En la medida de nuestras posibilidades me gustaría que cada una de vosotras empiece a sonreir cada mañana frente al espejo, y aprendamos a sonreir a los demás con la mirada. Creo que lo necesitamos tod@s.
   Nos costará un tiempo, pero confío en que pronto podamos volver a compartir la vida como lo hacíamos hace sólo dos meses.
   Por cierto, he tenido la oportunidad de leer el libro ‘Alegría’ de Manuel Vilas que fue finalista del Premio Planeta 2019, y si queréis conocer la visión de esto que os estoy contando, pero con mayor extensión, mucho mejor escrito -por supuesto-, y desde el punto de vista de un ‘cincuentañero’, os lo recomiendo.
   Hasta pronto, amigas!

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